Por MTM/ F.S
Unos 15 minutos antes de las 4:00 de la tarde, entró a la sala del Juzgado, una niña de mirada tímida. Su estatura es de aproximadamente 1.50 metros, esa misma altura tenía el biombo que fue ubicado en medio de la sala por orden del juez. De pronto comenzó a llorar, “no duele”, le dijo su tutora en respuesta al desconsolado llanto que inundó el lugar de tristeza.
La Niña estaba ahí para que peritos del Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala –INACIF- le extrajeran sangre a ella y a su pequeña de un mes de edad, para realizarle una prueba de ADN y determinar si la bebe; hija de la niña de 12 años, es también hija del que estaba en el Juzgado de Femicidio de Primera Instancia como sindicado por el delito de Violación Sexual de forma continuada y Violencia contra la Mujer.
Estaban en la misma sala, el padrastro y agresor a un metro de distancia de La Niña. Los hechos ocurrieron en la aldea “La Rotonda” jurisdicción de Huehuetenango, entre el 17 de mayo al 20 de junio del 2013, cuando la víctima tenía 11 años. Hoy tiene 12, y es la madre de otra niña de 1 mes.
La menor no decía nada a su madre por el miedo que su victimario le inducía a través de amenazas constantes de matarlas a las dos, pero después de ser abusada tres veces decidió contarle a su progenitora lo sucedido, ésta advirtió a su esposo- con quien ha procreado tres hijos- que si lo hacía nuevamente lo abandonaría. Sucedió dos veces más.
La Niña fue abusada la primera vez cuando su padrastro la llevaba en su vehículo desde la escuela a la casa. A mitad del camino apagó el automotor, la llevó a un barranco y la violó, la segunda y cuarta vez lo hizó en la casa, y dos más en el monte.
El equipo de abogadas de la Asociación Mujeres Transformando el Mundo llegó a Huehuetenango -ubicado a unos 300 km al norte de la capital de Guatemala- para adherirse al proceso penal como querellante. Después de ser acreditada por el Juez, dio inicio la audiencia a la que las menores-madre e hija- estuvieron presentes por unos 30 minutos.
El cuadro era desgarrador, La Niña entró a la sala vistiendo un suéter rojo, iba de la mano de su tutora – una vecina- no solo estaba agarrada, le apretaba la mano. Minutos después de entrar comenzó a llorar, el procedimiento terminó pronto. La Niña no dejo de llorar.
“Lo que sea mejor para las niñas”, respondió la tutora cuando el Juez le pidió consentimiento para realizar la extracción.
¿Qué es lo mejor para las niñas? ¿Puede ahora el Estado garantizarles esto?
Lo mejor sería que la menor no hubiera sido abusada sexualmente por su padrastro. Que hubiera seguido cursando el cuarto año de primaria y que en un futuro cercano obtuviera su título universitario. Para la bebe puede ser no sufrir lo que su madre, crecer sanas, y que puedan vivir una vida libre de todo tipo de violencia y en pleno disfrute de sus derechos. ¿Garantiza esto el Estado?
Teóricamente sí, lo hace en su Constitución Política, en el Código de la Niñez y la Juventud. También como Estado que ha ratificado las “Convención de Belem do Pará” y la “CEDAW”.
Por determinación de la Procuraduría General de la Nación-PGN- la guardia y custodia de La Niña fue otorgada a una vecina de la víctima ya que la mamá no quiere que el violador permanezca encarcelado.
“Ya no te va a doler”, le expresó inocentemente la tutora intentando consolarla. ¿Será que lloraba por que le habían pinchado el dedo? ¿O por qué sabía que a penas a un metro de ella estaba la persona que le robó su infancia? ¿Será que le dolía los obscuros recuerdos que almacena en su joven memoria? ¿No sentir el apoyo de su madre? ¿No saber qué pasará con su vida? ¿Le dolerá el recuerdo o el miedo por un futuro incierto?